La mujer madura sabe lo que realmente quiere. Se conoce lo suficiente a sí misma para saber dónde, cuándo, cómo y con quién quiere realizar algo, sin importar el qué dirán, y aún muchas veces por encima de la opinión de su pareja; esto es sinceridad.
La mujer madura nunca se involucra en un escándalo. Si descubre una infidelidad, no se pondrá a la altura de ninguna otra mujer, sino que conservará su compostura con firmeza y decisión, pero sin vacilar un instante para poner en su sitio a quien la traiciona; esto es dignidad.
La mujer madura conoce sus atributos y no siente temor ni celos de reconocer los de otra mujer aunque no sea de su agrado, porque ella sabe que para cada quién existe su cada cual; esto es equidad.
La mujer madura no necesita que su pareja le de un calendario de actividades para ella saber dónde está y qué hace, porque se siente ama y señora de la situación; esto es seguridad.
La mujer madura no revisa a su pareja cuando llega ni le despierta a media noche para preguntarle qué está pensando, sabe que su compañero está con ella y no necesita reafirmar su seguridad en sí misma con estos detalles; esto es carácter.
La mujer madura mantiene su espacio y no invade el de su pareja, sabe reconocer que no es propiedad ni tampoco propietaria de nadie, porque tiene amor por sí misma y por su compañero; esto es respeto.
La mujer madura sabe aceptar las diferencias de gustos sin hacer pataletas para salirse con la suya, acepta sus derrotas sin manipular la situación; esto es humildad.
La mujer madura no se guarda una palabra de apoyo o un gesto de aprobación, porque conoce el valor de sentirse apreciada; esto es generosidad.
La mujer madura no busca vengarse con las mismas armas, ella conoce el dolor que ocasiona y cuánto lastima una palabra o un gesto inoportuno; esto es lealtad.
La mujer madura no teme decir la verdad de una manera clara y serena sin enmascarar sus sentimientos pero sin lastimar al otro; esto es honestidad.
La mujer madura no necesita poner un espía detrás de nadie, a ella le basta una mirada para develar el alma de quien comparte su vida; esto es confianza.
La mujer madura ha aprendido a interpretar la vida, conoce su lugar y lo asume con propiedad porque conoce su papel en la vida, ama simplemente y se deja amar; esto es sabiduría.
Luis A. Cáceres Gómez



No esperes ser amado para amar. . .
No esperes estar solo para reconocer el inmenso valor de un amigo. . .
No esperes el luto del mañana para reconocer la importancia de quienes
están hoy en tu vida...
No esperes tener el mejor de los empleos para ponerte a trabajar...
No esperes la nostalgia del otoño para recordar un consejo. . .
No esperes la enfermedad para reconocer que tan frágil es la vida. . .
No esperes a la persona perfecta para entonces enamorarte. . .
No esperes el dolor para pedir perdón. . .
No esperes la separación para buscar la reconciliación. . .
No esperes elogios para creer en ti mismo...
No esperes que los demás tomen la iniciativa, cuando sabes que tú mueres
de ganas de un abrazo, una caricia, un beso. . .
No esperes el "te amo” para decir “yo también"
No esperes tener dinero por montones para entonces ayudar al pobre...
No esperes el día de tu muerte si aun no has amado la vida. . .
No podemos esperar, el momento es hoy y hoy significa ahora, este día.
No vivamos esperando de los demás, empecemos a ser protagonistas. Es
nuestra vida, es nuestro presente: Aquí y ahora.
Debemos aprender a
amar, a dar desinteresadamente, a sentir, a perdonar, a darle valor a
nuestras pequeñas cosas, a nuestros amigos, a nuestro trabajo, a nuestra
vida de todos los días.
